Invisibles en su propia tierra: la exclusión diaria de quienes viven sin una extremidad en el Perú

En el Perú, hablar de discapacidad no es simplemente abordar un tema de salud o accesibilidad. Es enfrentarse a una realidad estructural donde la ausencia de políticas públicas, la precariedad económica y la indiferencia institucional generan una exclusión silenciosa. Entre las diversas formas de discapacidad, la ausencia de una extremidad —ya sea de nacimiento, por accidente o enfermedad— es una de las más visibles físicamente, pero también una de las más ignoradas por el sistema.

Según cifras del INEI (2022), más de 1,6 millones de personas en el país viven con algún tipo de discapacidad. De ellas, una proporción significativa presenta amputaciones o malformaciones que limitan su movilidad o funcionalidad física. Sin embargo, el número exacto de personas sin una extremidad es incierto, reflejo de la falta de sistemas de registro efectivos y del abandono estadístico al que son sometidas.

 

Una sociedad diseñada para cuerpos completos

Las ciudades peruanas —desde Lima hasta las zonas rurales más alejadas— no están diseñadas para personas con discapacidad. Basta observar el transporte público para constatarlo: ausencia de rampas, escalones imposibles, falta de espacios reservados y nula capacitación de los conductores. Las veredas, cuando existen, están rotas, mal diseñadas o invadidas por comercio ambulatorio. La infraestructura escolar y laboral tampoco ofrece condiciones inclusivas reales.

En este entorno, vivir sin una extremidad no solo representa una dificultad física, sino una serie de barreras sociales impuestas por el entorno. Actividades básicas como vestirse, escribir, subir a una combi o cargar a un hijo se convierten en desafíos diarios que podrían ser mitigados con el acceso a una prótesis funcional. Pero ese acceso, en el Perú, es casi un privilegio.

 

El costo de la funcionalidad: un lujo para muchos

Las prótesis convencionales, ya sean estéticas o funcionales, tienen precios que oscilan entre los 1,500 y 10,000 soles, dependiendo del modelo, el material y la tecnología empleada. Esta cifra es inalcanzable para miles de peruanos que apenas logran cubrir lo básico. El Estado, por su parte, ofrece una respuesta fragmentaria: programas sociales dispersos, escasa cobertura del SIS, y una red de servicios públicos que no cuenta con unidades especializadas ni programas de rehabilitación sostenida.

En consecuencia, muchas personas simplemente aprenden a vivir sin la extremidad que les falta. No por elección, sino por falta de alternativas. Se adaptan como pueden, invisibilizados por una sociedad que no asume su responsabilidad colectiva.

 

La inclusión no se decreta: se construye

Para enfrentar esta realidad, no basta con discursos inclusivos o campañas de sensibilización. Se necesitan soluciones técnicas accesibles, funcionales y humanas. Soluciones que puedan escalar, replicarse y sostenerse en el tiempo. Es aquí donde la innovación social y tecnológica puede generar cambios reales.

 

Cretamedic: funcionalidad accesible con sentido social

Cretamedic nace como respuesta a esta exclusión cotidiana. Combinando diseño personalizado, tecnología de impresión 3D y plástico reciclado, desarrollamos prótesis humanas de bajo costo, adaptadas a las necesidades físicas y emocionales de cada usuario. Nuestro enfoque no es caritativo ni asistencialista: es técnico, ético y transformador.

Cada prótesis fabricada representa más que un objeto funcional. Representa una oportunidad de autonomía, un retorno a tareas cotidianas, una herramienta para volver a trabajar, estudiar o abrazar. Desde nuestras primeras intervenciones en Lima, buscamos llegar a todas las regiones del Perú donde la exclusión no solo es económica, sino también geográfica.

Porque la verdadera inclusión no se mide por discursos, sino por acciones concretas. Y en Cretamedic, la inclusión tiene forma, función y propósito.

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